SANTA ANITA Y EL DENTISTA
El dentista del título fue Charles H. Strub (California, 1884-1958) y Anita no fue una santa, ni siquiera una persona, es un hipódromo.
Strub, empresario nato además
de dentista innovador no tuvo necesidad de traspasar límites indeseados para
conseguir sus objetivos en ninguno de los proyectos en los que se involucró,
como Santa Anita Park. Le gustaba lo que hacía, se sabía con condiciones para llevarlo
a cabo y aceptó a los rivales de la competencia con naturalidad, sabedor de que
tenían el mismo derecho que él a conseguir sus objetivos.
Su inteligencia,
ambición y enorme capacidad de trabajo iban acompañadas de una gran dosis de
sentido común: si él ganaba también lo hacían los inversores, sus colaboradores
en los proyectos y aquellos que los disfrutarían, los usuarios.
No estudió la carrera por vocación sino por la sencilla razón de que pasó las de Caín cuando de niño le arreglaron la dentadura. Se juró a sí mismo que eso no le iba a pasar a otros si podía evitarlo. Cursó los estudios de odontología en Berkeley y abrió consulta en San Francisco, dotándola de todas las innovaciones posibles encaminadas a evitar el dolor a los pacientes. Lo que no podía imaginar es que la Naturaleza, en forma de terremoto, le iba a jugar una mala pasada: en 1906 el seísmo se tragó su flamante consultorio.
Como era un hombre de recursos y fértil imaginación no se dejó amilanar y volvió a empezar: montó una nueva consulta y participó activamente en la reconstrucción de la ciudad como promotor inmobiliario. En pocos años no sólo se había recuperado de las consecuencias del seísmo sino que tenía una cadena de consultorios en donde se aplicaban sus técnicas y se renovaban periódicamente con equipos de última generación.
Mientras cursaba la carrera jugó a baseball en el equipo San Francisco Seals (nota 1), pero cuando se recuperó de las consecuencias del terremoto y de los trabajos para abrir nuevas consultas, se había hecho algo mayor, así que se retiró en 1918 y compró un tercio del equipo –al tiempo que se encargaba de su dirección– como una inversión más añadida a sus diversas propiedades inmobiliarias. El equipo se convirtió en uno de los mejores de su categoría y un proveedor habitual de jugadores para la Liga superior.
Sin embargo, en 1929
hubo un nuevo terremoto, pero fue la Bolsa y no la Naturaleza quien le volvió a
poner a prueba: el Crac del 29 le pilló de lleno y le arruinó, dejándole con
más de un millón de dólares en deudas. No le pasó por la cabeza tirarse por una
ventana, ni entró en ningún tipo de depresión, se sabía capacitado para salir
adelante. Su reputación era tan sólida que cuando le preguntó al Presidente del
Banco de América qué debía hacer para devolver el préstamo, éste le dejó total
libertad para decidirlo porque no tenía ninguna duda de que lo devolvería.
SANTA ANITA
Su gran visión para los negocios y su don de gentes para atraer inversionistas le llevó a embarcarse en nuevos retos, de forma que no tardó en devolver cuanto debía y poner en marcha una nueva cadena de consultorios. Por otra parte, se había dado cuenta de las grandes posibilidades de construir un complejo hípico en la zona de Los Ángeles y Hollywood y era evidente que se iban a legalizar las apuestas, con lo que supondría de ingresos. Pero ni él, ni quienes confiaban en su capacidad para poner en marcha el proyecto, contaban con los terrenos apropiados. Sin embargo, el productor y director de cine Hal Roach –otro emprendedor con muy buen olfato, sus propios estudios de cine y experto jugador de polo–, y un grupo de inversores tenían los terrenos apropiados, pero carecían de suficiente capital y de la persona idónea para llevar a cabo un proyecto de semejante envergadura. En sus conversaciones, unos y otros vieron claro que el camino a seguir era unir esfuerzos y formar un equipo bajo la dirección de Strub.
Hal Roach y Charles H. Strub |
El proyecto se puso en marcha y progresó a tono con la velocidad y empuje habitual en quienes lo conducían. Fundaron Los Ángeles Turf Club en Santa Anita Park, en Arcadia, en unos terrenos que años atrás habían acogido un hipódromo ya destruido en un incendio. En 1933 mientras el complejo estaba en plena construcción, se legalizaron las apuestas en California. El complejo hípico se inauguró el día de Navidad de 1934 con una afluencia de público que sobrepasó todas las expectativas, con la presencia de numerosas estrellas de cine, muchas de las cuales se convirtieron en clientes habituales. Fueron muchas las películas que se rodaron en sus instalaciones, tanto para secuencias concretas o como motivo central de la trama.
Imágenes de la inauguración |
En las fotos siguientes:
- Cary Grant, Alfred Gwinney Vanderbilt (multimillonario y criador de caballos), Maureen O'Sullivan (actriz) y Howard Hawks (director de cine).
- Spencer Tracy (actor) y esposa.
- Hedy Lamarr (actriz) y Joseph M. Schenk (cofundador y presidente de 20th Century Fox).
- Charles Chaplin y Walt Disney.
- Hal Roach (productor) y Clark Gable (actor y criador de caballos).
LO INESPERADO
Sin embargo, en 1942 Santa Anita Park se convirtió en lo que nunca pudo imaginar Charles Strub: un campo de internamiento para inmigrantes japoneses. Cuando Japón entró en guerra con Estados Unidos, tras el ataque a la base naval de Pearl Harbour en Diciembre de 1941, fue la instalación escogida para alojarlos inmigrantes. Muchos de ellos habían nacido en tierra americana y no habían visto el Japón más que en fotos o películas, pero fueron considerados susceptibles de convertirse en espías o activistas a favor de Japón y se decidió recluirlos en Santa Anita. También, en cierta medida, para protegerlos de agresiones por parte de personas que los veían como enemigos.
En 1945 Santa Anita volvió a la actividad para la que fue creado. Empezaba también la consagración de uno de los mejores caballos de carreras de la historia, Seabiscuit, cuya trayectoria se vería inmortalizada en dos películas, The story of Seabiscuit, en 1949, de David Butler, con Shirley Temple, Barry Fitzgerald y Lon McCallister, y Seabiscuit, más allá de la leyenda, en 2003, de Gary Ross, con Tobey Maguire, Jeff Bridges, Chris Cooper y Elizabeth Banks. Pero esta es otra historia que merece su propio lugar.
LOS IMITADORES
El extraordinario éxito de Santa Anita tuvo imitadores de forma inmediata: en 1936, un grupo de inversores encabezado por el actor y cantante Bing Crosby, Lindsay C. Howard, hijo del millonario Charles S. Howard, propietario del caballo Seabiscuit, y el experto en bolsa William A. Quigley, inauguró el Del Mar Thoroughbred (pura sangre)Turf Club, situado cerca de la costa del Océano Pacífico, lo cual dio lugar a una hábil frase publicitaria: "where the surf meets the turf". La empresa era propietaria de una cuadra de caballos pura sangre en Argentina. Si Santa Anita había inventado la salida de los caballos desde cajones, Del Mar inventó la foto-finish.
En 1938 se inauguró el Hollywood Turf Club por parte de un grupo de inversores encabezado por Louis B. Mayer (MGM), Jack Warner (Warner Bros), Al Johnson, Raoul Walsh y 600 accionistas. En sus primeros años la instalación estuvo dirigida por el director de cine Mervin LeRoy. Durante la guerra la instalación fue utilizada como centro de almacenamiento del ejército.
Las tres instalaciones convivieron con éxito y siguen funcionando en la actualidad aunque con otros propietarios.
Nota 1
El equipo de béisbol pertenecía a las ligas menores, que solían traspasar a sus mejores jugadores a las ligas mayores. Su traspaso más lucrativo fue el de Joe DiMaggio a los New York Yankees en 1936. DiMaggio se casó en 1953 con la actriz Marilyn Monroe.
La tenista Alice Marble, nº 1 del tenis femenino en 1939, fue elegida mascota del equipo cuando tenía 9 años. Para más información ver la entrada dedicada a ella en este mismo blog.
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