Para
que un diamante cinematográfico en bruto –CLARK GABLE (1901-1960)– se convirtiera en una
verdadera joya fue preciso que una experta talladora y pulidora –JOSEPHINE
DILLON– empleara su sensibilidad, talento, habilidad y paciencia para que
aflorasen las múltiples cualidades de la pieza y, posteriormente, alguien como RIA FRANKLIN (Rhea
Langham), diera el toque de distinción final y le propinara el impulso casi definitivo. "Casi", porque Carole Lombard, su tercera esposa, le dió algo que nadie había conseguido: felicidad y alegría de vivir.
JOSEPHINE
DILLON (1884-1971), estudió
interpretación en Estados Unidos y Europa, fue actriz y vió claro que
las enseñanzas recibidas eran inadecuadas para determinadas personas y
cómo algunas abandonaban los estudios convencidas de que no reunían
condiciones. No se sentía satisfecha como actriz y
ya pensaba en dedicarse a la enseñanza porque estaba convencida de que aplicando sus ideas las hubiero hecho progresar, sin renunciar a lo que era su gran ilusión. Así,
en 1924, abandonó la interpretación y montó su propia escuela de
interpretación, "The Dillon Stock Company". Años más tarde, en 1940 escribió
"The modern actig" y fue profesora de interpretación en el "Christian
College".
Excelente educadora, con paciencia, tacto, sentido común y rigor, supo formar a Gable y conseguir, sin prisas pero con constancia, que aprendiera cuanto necesitaba pero, también, sin permitir que quedara oculto lo que estaba en condiciones de dar, pero que la falta de confianza de Gable en sus posibilidades impedía que aflorase. Vió bastante más que sus orejas, su dentadura o una voz demasiado aguda, una dicción incorrecta, sus movimientos algo amanerados al actuar, gesticulando en exceso: todo eso era mejorable y sabía que él tenía condiciones para conseguirlo. Un trabajo complicado y meritorio que iba bastante más lejos de la dicción y la interpretación, pues abarcaba al físico, la alimentación, el vestuario o cualquier aspecto que estuviera relacionado con su salud y su profesión.
Por otra parte, Dillon vió con claridad que el Cine Mudo tenía los días contados y fomentó que interviniera en obras teatrales -cogiera "tablas", es decir, soltura en los movimientos, "saber estar" cuando no se interviene directamente-, y le fue preparando para hacer sin ningún problema el tránsito del Cine Mudo al Cine Sonoro.
Así, pues, no hubo, pues, una productora empeñada en formar y dar a conocer a una futura estrella; o un equipo de publicistas expertos en fabricar un historial y allanar el camino de una posible estrella, ni siquiera, personas cualificadas dentro de la industria que creyeran en Gable cuando era un actor de pequeños papeles e incluso cuando ya empezaba a destacar. De hecho, MGM tardó años en aceptar su verdadero valor y tuvo que ser Columbia -en uno de los frecuentes préstamos entre Estudios- quien le convirtiera en una estrella y ganar el único Oscar de su carrera al protagonizar It happened one night (Sucedió una noche), Frank Capra, 1934.
Clark Gable siempre agradeció cuanto había hecho por él. En el libro mencionado, Modern acting, Dillon explicaba todos los detalles del riguroso entrenamiento al que sometió al actor durante seis años, del que se sentía lógicamente orgullosa. La relación entre ambos siempre fue de afecto y respeto, incluso después de separarse, y el actor la ayudó en momentos de dificultad y la incluyó en su testamento. Estuvieron casados entre 1924 y 1930.
MARÍA (RIA) FRANKLIN (1884-1966), la segunda esposa, (1931-1939, separados en 1935), se encontró la mayor parte del trabajo hecho, de forma que su labor fue el de completar la tarea de su antecesora, pulir detalles y ayudarle a situarse en otro nivel social, del que también ella se benefició socialmente, dicho sea de paso, puesto que el actor ya destacaba en su profesión. Ria, que heredó una gran fortuna de su segundo marido (1916-1922), estaba enamorada de Gable e intrigó para relacionarse con él. No pretendió alterar el trabajo hecho por su antecesora, ni influir en las decisiones profesionales del actor, así que se limitó a aportar aquello que podía suponer una mejoría; aunque la separación en 1935 y el divorcio en 1939 fueron en contra de sus deseos.
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Los comienzos, todavía sin acreditación: 1925,
con Gilbert Roland en The plastic age
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Excelente educadora, con paciencia, tacto, sentido común y rigor, supo formar a Gable y conseguir, sin prisas pero con constancia, que aprendiera cuanto necesitaba pero, también, sin permitir que quedara oculto lo que estaba en condiciones de dar, pero que la falta de confianza de Gable en sus posibilidades impedía que aflorase. Vió bastante más que sus orejas, su dentadura o una voz demasiado aguda, una dicción incorrecta, sus movimientos algo amanerados al actuar, gesticulando en exceso: todo eso era mejorable y sabía que él tenía condiciones para conseguirlo. Un trabajo complicado y meritorio que iba bastante más lejos de la dicción y la interpretación, pues abarcaba al físico, la alimentación, el vestuario o cualquier aspecto que estuviera relacionado con su salud y su profesión.
Por otra parte, Dillon vió con claridad que el Cine Mudo tenía los días contados y fomentó que interviniera en obras teatrales -cogiera "tablas", es decir, soltura en los movimientos, "saber estar" cuando no se interviene directamente-, y le fue preparando para hacer sin ningún problema el tránsito del Cine Mudo al Cine Sonoro.
Clark Gable siempre agradeció cuanto había hecho por él. En el libro mencionado, Modern acting, Dillon explicaba todos los detalles del riguroso entrenamiento al que sometió al actor durante seis años, del que se sentía lógicamente orgullosa. La relación entre ambos siempre fue de afecto y respeto, incluso después de separarse, y el actor la ayudó en momentos de dificultad y la incluyó en su testamento. Estuvieron casados entre 1924 y 1930.
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El Efecto Pigmalion visto por sus protagonistas |
MARÍA (RIA) FRANKLIN (1884-1966), la segunda esposa, (1931-1939, separados en 1935), se encontró la mayor parte del trabajo hecho, de forma que su labor fue el de completar la tarea de su antecesora, pulir detalles y ayudarle a situarse en otro nivel social, del que también ella se benefició socialmente, dicho sea de paso, puesto que el actor ya destacaba en su profesión. Ria, que heredó una gran fortuna de su segundo marido (1916-1922), estaba enamorada de Gable e intrigó para relacionarse con él. No pretendió alterar el trabajo hecho por su antecesora, ni influir en las decisiones profesionales del actor, así que se limitó a aportar aquello que podía suponer una mejoría; aunque la separación en 1935 y el divorcio en 1939 fueron en contra de sus deseos.
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Con Ria Franklin, ampliando horizontes más allá del trabajo
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Luego,
el propio actor, con su manera de ser, sentido común y evidente carisma, consiguió
que todo el esfuerzo hecho por su “pigmaliona”, lo convirtiera con el paso de
los años y sin pretenderlo, en la mayor estrella del firmamento
cinematográfico, hasta el extremo de recibir el título honorífico de Rey de
Hollywood. Lo cual no significa que fuera durante muchos años el actor más taquillero -de hecho, pocas veces lo fue-, pero si estaba entre los de mayor seguimiento y un valor seguro en cualquier momento de su carrera.
Los años pasan, el aspecto físico cambia, pero el carisma permanece inalterable |
Su tercera esposa, CAROLE LOMBARD, no estuvo entre las profesoras, pero su manera de ser culminó la tarea de sus antecesoras, de forma casi inconsciente y sin ningún afán didáctico, pero le hizo muy feliz y juntos alcanzaron ese nivel de complicidad y cariño que se reflejaba en cada una de las fotos que les hicieron, fueran de pose o casuales.
Pero esa es otra historia que expliqué hace unos años en otra entrada de este mismo blog:
Pero esa es otra historia que expliqué hace unos años en otra entrada de este mismo blog:
"Clark Gable & Carole Lombard: juntos, todavía mejor", que se mantiene en 2ª posición en la lista de entradas más seguidas, cada vez más cerca del 1º.
BREVE GALERÍA DEL "EFECTO"