vistas por un niño
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Joan Crawford (San Antonio, Texas, 23 Marzo 1904 - New York, 10 Mayo 1977) |
Marlene Dietrich y
Joan Crawford son dos buenos ejemplos para explicar el caso de una actriz
entre los cincuenta y los sesenta años de edad, que pretendían aparentar
bastante menos edad de la que tenían, pero que a mis ojos aparecían
incluso con más edad de la verdadera porque los maquillajes, exagerados y poco
adecuados –aunque típicos de la época–, contribuían a endurecer sus rasgos y envejecerlas, provocando el efecto
contrario al deseado.
Para
aclarar lo que pretendo expresar debo añadir que supe de ambas actrices por primera vez cuando tenía ocho o nueve
años y ellas pasaban ya de los 50, aunque es probable que en algunas las revistas que compraba mi madre, durante la década de los 40s -Primer Plano, Fotos y otras-, ya las viera aunque sin reparar en ellas, aunque estuvieran alrededor de los 40 años, porque me atraían las estrellas mucho más jóvenes y de aspecto angelical...
Así, pues, no tenía idea de cómo habían sido antes, como si Dietrich
y Crawford no hubieran sido nunca jóvenes y siempre hubieran sido mayores.
Ambas seguían en activo: Dietrich simultaneaba el cine con su
carrera como cantante, mientras Crawford la alternaba con los negocios. Seguían ocupando un lugar destacado dentro de su
profesión y mantenían una intensa actividad social destacada en todos los
medios informativos, interviniendo en diversas campañas publicitarias.
Un nuevo punto de vista
Pero
hubo algo que modificó la impresión inicial y me hizo comprender que Marlene Dietrich y Joan Crawford también habían sido jóvenes y muy lejos de tener apariencia de mamás: Las fotos de mi familia, que de vez en cuando sacaba mi madre de la caja en la que estaban
guardadas, las veíamos generalmente en días sin colegio y que, por las causas
que fueran, se prestaban a quedarse en casa. No salir solos o con amigos era
bastante lógico en mi hermana Rosario y en mí, por cuestiones de edad, pero en
mi hermano Juan –seis años mayor que yo–, eran menos frecuentes.
Las
de mi madre permitían ver la transformación de una niña casi recién nacida, desde el día de su bautizo, a madre de tres hijos, el mayor de los cuales ya tenía
quince años, pasando por su niñez, adolescencia y madurez. Una serie de fotos hechas
por fotógrafos profesionales o por familiares y amigos con sus propias
cámaras. En bastantes de ellas estaban mis bisabuelos y abuelos maternos -en fotos de finales del último tercio del Siglo XIX y primeras décadas del XX-, sus amigos, compañeros de trabajo, mis
padres y, principalmente mi madre, María y
sus hermanos: Ángel, Paquita y Rafael. Todos ellos eran la
prueba palpable de la evolución de las personas conforme pasan los años –y la
mejor manera de hacerme comprender sin que nadie me lo explicara– que también
ellos habían sido muy jóvenes antes de convertirse en las personas que conocía.
Y entre esas fotos, las que le hicieron a mi madre fotógrafos de calle en los durísimos años de la Guerra Civil en Barcelona, sola o con mi hermano Juan, nacido el 18 de Julio de 1936, el día del brutal Golpe de Estado. Luego, ya terminada la guerra, con Juan y Rosario –nacida en Octubre de 1938– y conmigo, a partir de 1942, hechas en casa por un fotógrafo o cuando salíamos a pasear por las cercanas Avenida Diagonal y Paseo de Gracia, en las que solían trabajar fotógrafos de calle que trataban de ganarse la vida en tiempos muy difíciles. Y en cualquiera de las fotos, la evolución de la belleza de mi madre –cuatro años más joven que Marlene Dietrich y unos meses menor que Joan Crawford–, rubia, elegante, dentro de las limitadas posibilidades económicas de la famila, y muy atractiva, aparentando hasta sus últimos años menos edad de la que tenía.
Esas
fotos me hicieron cambiar mi punto de vista y comprender que Marlene Dietrich y
Joan Crawford, rondando los cincuenta años de edad, podían parecer unas mamás que luchaban por parecer más jóvenes, pero habían encandilado a muchas generaciones de espectadores, como
posteriormente lo harían Esther Williams, Kim Novak, Grace Kelly, Doris Day y Audrey Hepburn a los
de mi propia generación. O Jane
Fonda, Diane Keaton, Meryl Streep, Julia Roberts, Sandra Bullock, Penélope
Cruz, Jennifer Garner o Ann Hathaway en décadas posteriores, aunque en ambos recordatorios faltan actrices cuyo nombre no me viene a la memoria en el momento de hacer este trabajo.
Pasados
los años, viendo fotos antiguas en revistas de cine o magacines, libros y por primera vez las películas de su
época de plenitud. Más tarde, Internet, con su inmenso caudal de imágenes y documentos, supuso el acceso a una información hasta entoces inaccesible. Así, tuve la oportunidad de comprobar
cómo habían sido y tener la confirmación gráfica de que–cuando las vi por vez
primera– aquellas actrices estaban en una más de las diversas etapas de su
extraordinaria trayectoria profesional, habían vivido varias anteriores y todavía les quedaban otras por vivir.
Inciso necesario:
En
otro orden de cosas, añado algo que me parece interesante resaltar:
Las
circunstancias en que llegaban las películas a las pantallas españolas en esa
época –segunda mitad de los 40s y primera de los 50s– eran excepcionales. Muy
diferentes no sólo a las actuales, sino, incluso, a la que se produjeron a
partir de 1953 o 1954, cuando se empezó a producir el deshielo entre las
potencias aliadas durante la SGM y la Dictadura Franquista, con el progresivo
desbloqueo de la situación económica y política. Política exterior, por
supuesto, que no la interior, inamovible; anclada en un pasado nefasto, fuera en
lo político, lo social o cultural. Cinematográficamente hablando, una situación
atípica, desconocida hasta entonces y que no se ha vuelto a repetir, de forma
que para los nacidos posteriormente a dicha época es difícil de comprender en
su magnitud y detalles, grandes o pequeños, por mucho que hayan leído o
investigado en fuentes fiables. Durante los años de Guerra Civil en España, la
Segunda Guerra Mundial y el Bloqueo impuesto a España por las potencias
ganadoras de la guerra, muchas películas llegaron tarde, en malas condiciones o
no llegaron nunca. Tuvieron que pasar muchos años para que se vieran por
primera vez en España en circuitos de arte y ensayo o en televisión. Muchas,
jamás llegaron a estrenarse porque se consideró que ya carecían de interés,
fuera éste económico o artístico.
Volviendo al principio:
Rancho Notorius (Encubridora) y Johnny
Guitar, películas
protagonizadas por Marlene Dietrich y Joan Crawford en la primera mitad de los 1950s,
las mostraban a mis ojos como unas mamás, aunque Marlene Dietrich fuera –decían– la abuela más
seductora del mundo y sus piernas estuvieran aseguradas en un millón de
dólares. Y Joan Crawford fuese el prototipo viviente de la superestrella hecha
a sí misma, capaz de vencer cualquier reto interpretativo que se le pusiera por
delante. Con todo, debo puntualizar que desde mi punto de vista -ya en la adolescencia-,
me era imposible verlas como a otras actrices de su edad: sin embargo, no se parecían a
ninguna otra y respecto a ellas mi espíritu crítico quedaba muy amortiguado. Aunque
entonces no sabía casi nada de su vida y
milagros, tenía la impresión de que eran de ese tipo de personas que estaban
en un nivel superior y no cabía pensar, respecto a algunas de las películas en
las que intervinieron posteriormente, aquello de: “¿Pero cómo pueden haber aceptado este papel?” La respuesta era rápida: si lo habían
hecho, tenían sus motivos, como cualquier otra persona.
Sobre Marlene Dietrich
Aunque
fuera durante la primera mitad de los 20s cuando empezó a destacar, su gran
época comenzó a finales de dicha década –posiblemente en Berlín, en una fiesta
en la que conoció a Josef von Sternberg–, llegando al máximo durante los 30s y
mantenida a un buen nivel en los 40s. Durante los 50s su actividad como actriz fue
disminuyendo, aunque fuera requerida para producciones muy apreciables.
Paulatinamente, dicho descenso de su trabajo como actriz fue compensado con su
actividad como cantante, con recitales en teatros, salas de conciertos o clubs, apariciones en
televisión e interpretaciones aisladas en determinadas películas, hasta prácticamente
el final de los 60s. Durante la década siguiente su actividad decreció
notablemente hasta su retirada definitiva.
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Der blaue engel, Josef von Sternberg, 1930 |
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Entre el compositor Burt Bacharach y el modisto Ives Saint Laurent |
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Con Louis Armstrong |
Sobre Joan Crawford
En
mi opinión, es el mejor ejemplo
de estrella de cine que se puede dar. Ninguna actriz, como ella, se propuso
serlo desde muy joven y aceptando de buen grado todos los sacrificios que supusiera el intentarlo, conseguirlo
y mantenerlo hasta una edad muy avanzada. En cualquier circunstancia y frente a cualquier obstáculo, sin que el paso de los años y el envejecimiento la cohibiera coartara lo más mínimo su capacidad de mostrarse tal como era. Con disciplina férrea, voluntad para aprender todo lo que fuera necesario, superación de sus propias limitaciones y capacidad de trabajo y de sufrimiento que trató de inculcar en sus propios hijos -adoptados-, que por lo que se pudo ver posteriormente, no estuvieron muy de acuerdo en seguir su ejemplo, ni en valorar lo que se hizo por ellos. Durante
los 60s y hasta su fallecimiento formó parte del Consejo Directivo de
la compañía Pepsi Cola y escribió dos libros autobiográficos.
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1933, con Fred Astaire, compañero en Dancing lady |
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1959, viendo los planos del nuevo edificio de Pepsi Cola |