viernes, 20 de julio de 2018

INGMAR BERGMAN, silencios propios y ajenos

Ingrid Thulin, Tystnaden (El silencio)

Leí  el libro de memorias del director de Cine y Teatro Ingmar Bergman La linterna mágicadurante la segunda mitad de la década de los 90s. Hacía tiempo que me había desentendido de su trabajo, posiblemente porque sus últimas películas, vistas durante los 70s, me aburrieron: Beröringen (The touch) -con un actor mediocre, Elliot Gould, aunque con cierta popularidad a principios de los 70s por su intervención en M.A.S.H y su boda con Barbra Streissant-; Secretos de un matrimonio y El huevo de la serpiente, en donde volvió a cometer el error de escoger como protagonista a otra mediocridad, David Carradine, reciente su éxito en la serie de TV, Kung Fu. Además de la pérdida de interés, me daba la impresión de que Bergman y, por lo que explica en sus memorias, ya se sentía más a gusto como director de Teatro o trabajando en producciones para la televisión, que como director de Cine. 

Sin embargo, si me interesaron sus memorias, que son más bien una serie de episodios de su vida familiar y profesional; de su relación con personas que fueron importantes en su vida o a las que trató por circunstancias profesionales, estuvieran en activo o ya retiradas, como Greta Garbo y Charles Chaplin. Me impresionaron en determinados momentos por su sinceridad y crudeza. No me devolvieron el interés por regresar a su cine, pero sí me hicieron releerlas, tenerlas muy presentes en ocasiones en que me han servido de referencia y desear leer otra parte de ellas, publicadas con el título de Imágenes

Por otra parte, el impacto producido por las primera películas vistas, El séptimo sello y El manantial de la doncella, permanecía intacto; así como el de alguna anterior, estrenadas en España a raiz del éxito de las mencionadas, como Un verano con Mónica, con el descubrimiento de actrices como Bibi Andersson, Ingrid Thulin y Harriet Andersson y actores como Max von Sidow, Gunnar Jörnstrand y el director-actor, Victor Sjörström.

Gunnel Lindblom, Tystnaden (El silencio)

Ahora, a través del excelente trabajo de Enric H. March, El so del silenci, publicado en Bereshit en 2012, a propósito de la película de Bergman, Tystnaden (El silencio), 1963; me he reencontrado con el cineasta sueco. De una forma aparentemente lejos de lo expresado por Enric, pero suele ocurrir con los escritos ajenos: nos interesan por sí mismos, pero al mismo tiempo pueden transportarnos a nuestras propias vivencias -si se producen coincidencias- para, a partir de ellas, acceder a nuevos caminos. En esta ocasión los caminos han sido: 

1º: el que conduce al análisis de lo visto y leído y, como consecuencia, al coloquio, con aclaraciones y contraste de opiniones. 
2º: la parte inconsciente de la mente nos conduce a la parte consciente y, de ahí, a la memoria, que hace el resto.

El sonido del silencio me es muy familiar, forma parte de mi manera de ser. Un silencio aparecido de forma espontánea, como... 

...quan el so de la lectura era el silenci absolut de tot el que era fora del llibre...

pero que se crea de forma espontánea de formas muy diversas: en una reunión con familiares o amigos, estando solo o formando parte del público en un cine, teatro, concierto o conferencia. Estás y de repente ya no estás. Personas, sonidos, voces, músicas... Lo que sea, desaparece. Hasta el silencio, porque la burbuja que se ha creado aísla hasta de eso: has ido a parar mentalmente a años-luz de distancia. Luego, salido de la abstracción -sea de forma espontánea o a través de un codazo, zarandeo o voz más o menos extemporánea-, resulta que, si estabas leyendo, has pasado varias páginas pero no sabes qué has leído; si veías algo en cine o televisión, ignoras porqué ese personaje que estaba vivo y tan campante se ha convertido en un cadáver y si estabas con una persona, se siente ofendida porque ha estado hablando sin que se le hiciera caso.

A finales de 1999 en un editorial de la revista Bola de Set, del Club de Tennis L´Hospitalet, utilicé uno de sus recuerdos contados en La linterna mágica. Bergman fue invitado a dar un seminario en la Escuela de Cine de Los Ángeles (California) en 1976. Una de las noches, su agente, Paul Kohner, organizó una cena con los directores de cine William Wyler, Billy Wilder y William A. Wellman, ya retirados. Lo explica así:

"El ambiente fue cálido y cordial, casi jovial. Hablamos de la directa y soberana dramaturgia del cine norteamericano. William Wellman contó como él, a principios de los años veinte, aprendió el oficio dirigiendo cortos de dos actos. Se trataba sobre todo de establecer la situación rápidamente: la escena representa una calle polvorienta fuera de un "saloon". En la escalera hay un perrito. Un hombre sale por la puerta, acaricia al perro, monta a caballo y se va. Otro, sale por la puerta, le da una patada al perro, monta a caballo y se va. El drama puede empezar. El espectador ha distribuido en un minuto sus simpatías y antipatías."

Llegada a Los Ángeles, con su esposa Ingrid von Rosen 
y su agente, Paul Kohner

La cámara de cine de una de las fotos de El so del silenci, con la que Bergman está filmando,
es muy parecida a la Canon Auto Zoom electronic 1014, de formato Super-8, que me compré a finales de los 70s, al inscribirme en el Curso de Cine en Super-8 y 16 mm, que dirigió Llorenç Soler en el CEI
Lados derecho e izquierdo. La similitud con la cámara 
que maneja Bergman es evidente. Aunque el zoom era 
automático se podía mover manualmente, como se observa 
en la 2ª foto, debajo del objetivo y el propio Bergman 
está moviendo en su foto. La calidad de la imagen 
era muy superior a la del videos domésticos.


La de Bergman parece un modelo más antiguo de Canon, posiblemente del 74 o 75. Curiosa coincidencia: entre las decenas de cámaras de Super-8 que había en el mercado, Ingmar Bergman y yo escogimos la misma... Hasta el último momento, en la tienda y con las cámaras en la mano dudaba entre esa Canon y una Bauer, con una óptica superior, más ligera y manejable pero con menos opciones.

El cine familiar fue una diversión y el comienzo de la actividad 
como cineastas de algunos de su hijos, profesionales años más tarde

Tydsnaden, Bereshit y lo explicado provocaron el viaje al archivo correspondiente de los recuerdos; de los cuales, unos quedan expuestos aquí y otros permanecen en su sitio a la espera de mejor ocasión, si es que se presenta...

 

2 comentarios:

  1. Uno de los placeres de compartir escritos, sensaciones y vivencias, Eugenio, es precisamente lo que expones en este apunte. Más allá del texto y el contexto existen otros pretextos que afloran muchas veces de forma inconsciente pero que son el mar primordial de donde nacemos o nos hacemos. Esa es quizás una de las grandezas de los grandes directores como Bergman (y escritores o artistas en general, claro). Tocan lo primigenio, que se manifiesta en cada uno de una manera sensible diferente pero que permite compartirlo.

    ResponderEliminar
  2. Hola Eugenio:
    Estoy de acuerdo contigo Bergman parecía andar desorientado en sus últimas películas. Recuerdo que era muy jovencita cuando vi sus películas más importantes. Quizás era demasiado joven para comprenderlas. Después tuve la suerte de volverlas a en un curso de cine que me aclaró muchas dudas sobre dicho cineasta.Quizá ahora, si las volviese a ver volvería a ver otro Bergman distinto del que vi en las otras dos ocasiones, lo que me parece que demuestra que es un gran director. Magnífica tu entrada. Un saludo.

    ResponderEliminar