CAPÍTULO 3
RUMBO A CALIFORNIA
partir de 1933 y hasta
principios de la década siguiente se produjo un intenso flujo migratorio desde
los países de Centroeuropa, principalmente Alemania, hacia Estados Unidos, que a
partir de 1938 fue masivo. El desembarco, vía Nueva York, se distribuyó por
diversas zonas, aunque fuera California el lugar mayoritariamente escogido por
escritores, cineastas o músicos, por citar algunas de las profesiones más
solicitadas a efectos de los temas tratados en este blog. Fue como una reedición de la marcha hacia el Far West.
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La llegada de
inmigrantes procedentes de Alemania y Austria y con destino a California se podría concretar en cuatro etapas:
1ª. Entre 1919-1929, desde el término de la Primera Guerra Mundial hasta declive
del Cine Sonoro y la aparición del Cine Sonoro.
2ª. Desde el Crash de
1929 y la consolidación del Cine Sonoro hasta la proclamación de Adolph Hitler
como Canciller en1933.
3ª. De 1933 hasta 1938,
es decir, a partir de los primeros decretos y acciones del Régimen Nazi hasta
la intervención directa en la Guerra Civil Española y las primeras anexiones de
territorios. Ya no son emigrantes, son exiliados y el número es enormemente superior.
4ª. Desde 1938 hasta
1940, es decir, desde la firma del Pacto de Munich, la anexión de Austria y Checoslovaquia, hasta
la invasión de Polonia, que da comienzo a la Segunda Guerra Mundial. El éxodo
es masivo, aunque cada vez más dificultoso, hasta hacerse casi imposible una
vez culminada la ocupación de Francia por las tropas alemanas.
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La soprano Lotte Lehmann, exiliada al poco tiempo del ascenso del Nazismo. Ella también vió claro desde el principio lo que se aproximaba. |
Las dos primeras etapas son de
emigrantes en busca de una mejora profesional, cortas en número de integrantes.
Las dos últimas, las que trato en este trabajo, son de exiliados y se produce
de forma masiva. Sin embargo, tienen algo en común: la sensación de
provisionalidad de sus integrantes. No tienen, en principio, intención de
quedarse de forma definitiva y su idea es regresar.
Aunque al conjunto de
alemanes y austríacos que llegaron a California a partir de 1933, se los llegó
a denominar la Pequeña Weimar, nada más lejos de la realidad: distaron mucho
de parecerse a lo que se denominó la Colonia
Inglesa, que tampoco es un calificativo acertado.
INCISO ACERCA DE LA
COLONIA INGLESA
A este respecto, decía
Boris Karloff, que se podría considerar uno de sus miembros más destacados, que no era tal, “aunque sí había bastantes ingleses por allí”, muchos de ellos con
muy pocas intenciones de regresar a su país de origen y menos todavía de
mantenerse fieles al estilo inglés. Lo
de Colonia Inglesa no pasaba de ser un eufemismo que se podía considerar
adecuado para algunos de sus componentes –los integrantes en el grupo formado
alrededor de C. Aubrey Smith, con el cricket como elemento aglutinador, el de
Ronald Colman y alguno más-. Algunos eran emigrantes que llegaron a Estados
Unidos contratados en firme por alguna productora, en busca de unas
oportunidades que no encontraban en su país de origen o porque las que tenían
no colmaba sus expectativas, fueran las profesionales o las personales. Se
sabían con condiciones para progresar y las diferencias entre lo que les
ofrecía su país y lo que podían encontrar en América eran abismales. Muchos se
sintieron a gusto en California, se nacionalizaron y no regresaron a Inglaterra
más que de visita. ¿Se agrupaban, asociaban o emprendían actos de mantenimiento
del recuerdo de su patria lejana? Más bien, no; aunque hubiera quien se
mantenía fiel a ella y se seguía sintiendo más identificado con su país de
origen que con el nuevo.
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El Boris Karloff real, buen jugador de cricket y tenis, gran lector, amante de la vida hogareña... Como diría él: "uno de los muchos ingleses que había por allí". Plenamente integrado en California. |
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C.A.Smith se mantuvo fiel a sus orígenes pero supo armonizarlo con el estilo de vida americano y permaneció en California, aunque fue con frecuencia a Inglaterra. |
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Los integrantes de esta foto, que todo parece indicar que son los que se nombran en el pie, no coinciden en su totalidad con otras versiones que he visto, excepto en las personas más conocidas. |
REGRESO AL TEMA DEL
ESTUDIO
Las consideraciones expuestas
en el Inciso se pueden extender a una parte de los emigrados alemanes o
centroeuropeos anteriores a la llegada de los nazis al poder, pero cuando en
realidad se puede hablar de Colonia Alemana y compararla con la inglesa, dentro
de lo que cabe hablar de tales calificativos, es con respecto a quienes
llegaron en las etapas 3 y 4.
La Pequeña Weimar era mayoritariamente de exiliados: personas que en su mayoría en modo alguno hubieran abandonado sus países sino hubiera sido por necesidad. En su voluntad siempre estaba presente el regreso cuando las circunstancias lo hicieran posible, aunque hubiese quienes adaptados a las costumbres de su país de acogida –un verdadero oasis en muchos aspectos- acabaran quedándose en él; pero son los casos menos frecuentes. Los alemanes llegados durante las etapas 1 y 2 que habían decidido continuar en Estados Unidos estaban plenamente integrados y en su mayoría nacionalizados.
El número de exiliados habla por sí sólo. Se calcula en cerca de 2.500.000 los exiliados de Alemania y de otros países europeos desde la toma del Poder por los nazis. Estados Unidos era un país de acogida y no puso ningún impedimento a una inmigración de alta cualificación profesional, excepcional en bastantes casos. Para los de mayor prestigio el aval de un residente de la misma nacionalidad, que se encargara de su manutención mientras encontraba trabajo, fue un mero formulismo. Universidades, Conservatorios y Estudios de Cine acogieron a los exiliados de mayor nivel, que en años anteriores habían acudido como invitados o para realizar trabajos concretos.
TIERRA DE ACOGIDA
La California que
encontraron los emigrantes primero y los exiliados después era muy atractiva.
Todavía lejos de la masificación, su exuberante naturaleza, su luminosidad y
las enormes posibilidades que ofrecía a quienes tuvieran un buen nivel
profesional -o capacidad para adquirirlo- y no tuvieran inconvenientes en
adaptarse a lo que se les solicitara, suponía un reclamo demasiado atrayente
para resistirse, más si cabe en el caso de los exiliados, teniendo en cuenta lo
que habían dejado atrás.
Hay algo sobre lo que se
pasa por alto, como si fuera un tema de menor importancia en la vida de las
personas: la práctica del deporte. No hay libro o estudio que lo trate más que
de una manera anecdótica y sin concederle le menor importancia. Si lo es para
mí y por eso en el libro le dediqué tanta atención, ligándolo con mis propias
experiencias personales. Si para muestra basta un botón, acerca del valor que
le daban a su práctica algunas personas, ahí van dos: Arnold Schöenberg y
Charles Chaplin, que jugaron a tenis toda su vida desde que tuvieron la
oportunidad de acceder a su práctica.
El deporte fue algo
esencial, tanto para los iniciados en él como para los neófitos, porque una
sociedad menos clasista ofrecía mayores oportunidades de practicarlo sin
necesidad de poseer unas condiciones económicas desahogadas. No hacía falta
inscribirse en ningún club, se podía jugar de alquiler o incluso de forma gratuita
en las instalaciones municipales. En los clubs tradicionales es posible que en
muchos casos no les hubiera aceptado, por su condición de judíos, de sospechosos
de connivencia con los nazis, aunque hubieran huido, o, pura y simplemente, por
falta de estatus económico.
La Industria
Cinematográfica supo nutrirse de la enorme aportación de talento que suponía la
llegada de tantas personalidades de valía a lo largo de toda la Década. Pasados
los años, al recapitular sobre el legado inmenso de estos refugiados es difícil
no asombrarse de la extrema cerrazón mental que puede llegar a demostrar los mandatarios
de los regímenes totalitarios, que repudian a sus mejores talentos si se
muestran críticos o indiferentes ante sus consignas aunque ni siquiera supongan
un peligro real para ellos.
EN HOLLYWOOD
Cineastas,
escritores y técnicos encontraron el apoyo de las grandes figuras que habían
emigrado años antes. Ernst Lubitsch, Marlene Dietrich y Max Steiner, entre
otros, contribuyeron a facilitarles su asentamiento, así como exiliados
recientes que habían encontrado rápido acomodo, como Billy Wilder y Peter Lorre.
Algunos de los emigrantes desarrollaron la mayor parte de su trabajo en la
década siguiente, dado que estaban en los inicios de su carrera o no habían
alcanzado todavía el grado de madurez de sus colegas más famosos.
Sin embargo, muchos de
los exiliados alemanes nadaban contra corriente: no se integraron, ni pusieron
demasiado empeño en hacerlo, porque el país y la forma de vida les resultaban
extrañas e incluso superficiales. En ellos pesó demasiado un bagaje cultural
que en cierta medida les suponía un lastre más que una ayuda, unida a cierta
rigidez conceptual y una manera de ser que hizo que la sociedad se
desentendiera de ellos progresivamente. Figuras de reconocido prestigio
fracasaron o no alcanzaran la altura que se esperaba en razón a sus cualidades.
Su falta de integración hizo que pasaran los años de la guerra luchando contra
corriente o escogiendo otros países para establecerse y se apresuraran a
regresar a su país de origen en cuanto terminó la guerra.
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Inmigrante con exiliado: Marlene Dietrich y el escritor Erich María Remarque. |
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Marlene Dietrich se implicó a fondo en la ayuda a los exiliados y colaboró activamente el el esfuerzo para ganar la guerra, tanto en USA, como en Europa, actuando para las tropas. |
El
escritor Stefan
Sweig, es un caso muy especial. Pacifista convencido, fue de los
primeros en comprender lo que pasaría
si los nazis llegaban al poder. Vivió en Suiza, en Inglaterra y al
principio de
la guerra se trasladó a Estados Unidos. Sin embargo, no se encontraba a
gusto,
a pesar del reconocimiento a su persona y de su labor que se le
mostraba. Decidió instalarse en Brasil, con su segunda esposa, Lotte,
pero
ya en unas condiciones anímicas muy bajas. Fatalmente, tomarían la
decisión de
suicidarse en 1942, cuando ya empezaba a verse claro que Alemania no
estaba en
condiciones de ganar la guerra, aunque su final estuviera muy lejos
todavía.
Quizá Sweig lo intuyera, pero era consciente de que el mundo que había
conocido
y con el que se sentía identificado estaba destruido. Muchas de las
personas
que formaban parte de él habían muerto o lo estarían antes de acabar la
guerra.
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1941. Stefan Sweig en Nueva York, mirando libros en un puesto ambulante. |
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La Europa perdida: su casa en Kapuzinerberg 5, Salzburg |
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Stefan Sweig con su esposa Lotte en Petrópolis, Brasil |
El
4º y último capítulo tratará de algunos de los exiliados más notables
que trabajaron en California y muy especialmente, en los Estudios de
Hollywood.
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